mindfulness

DE LA UVE AL ALA

Cada día vivimos experiencias agradables y desagradables y, de hecho, no creo que podamos tener un día de esos buenos sin que haya ningún momento difícil. Como tampoco existe ningún día duro sin al menos un momento agradable. Es como el ying y el yang, que nos dice que la vida tiene dos caras que se complementan, pero que cada una contiene una parte de la otra.

La práctica de Mindfulness nos invita a vivir más en el centro, de una forma más equilibrada y no tanto  en los extremos. Podríamos decir que hacia el centro está la paz y la tranquilidad y justo en medio encontraríamos la vía del despertar. En cambio, hacia los extremos está la inquietud y el deseo. Y en las puntas de los extremos encontraríamos, por ejemplo, las actitudes más adictivas.

Imaginemos que nuestros días son como una UVE, con muchas experiencias en los extremos, una buena cantidad de momentos de euforia y otros muchos de dificultad. Hay personas que cultivan este tipo de vida y van yendo de un extremo a otro.

Se viven ratos muy buenos seguidas de ratos de mucha angustia o dolor. Unos días en los que estoy muy contento, seguidos de unos días de mucha tristeza y angustia. Es cierto que la vida es cambiante, que el cambio es constante, pero la importancia radica en la actitud hacia el cambio. La pregunta que me podría hacer es ¿Fomentamos esta vida de extremos con grandes placeres pensando que después ya sostendremos el “bajón”? o ¿Trataremos de equilibrar los extremos y transitar cuidándonos y caminando más por el centro?

Por otro lado, y también lo muestro en la gráfica, tenemos el tipo de experiencia. Tenemos la experiencia externa, es decir, lo que nos pasa por circunstancias que no dependen de nosotros y en la que no podemos influir demasiado o prácticamente nada. También tenemos la experiencia interna, que es la que podemos gestionar y depende mucho más de cada uno de nosotros.

La propuesta de la práctica de Mindfulness consiste en enfocar el día a día en la experiencia interna para transformar la V en un ALA, de modo que no fomento ni reacciono tanto a las experiencias agradables ni a las desagradables, ya sean externas o internas, que siguen existiendo, por supuesto.

Es cierto que es difícil no reaccionar y mantener siempre una actitud centrada, pero sí que puedo intentar reaccionar menos a cada oportunidad que tengo y dirigir mis acciones hacia la tranquilidad y el sosiego que nos aporta vivir de forma más equilibrada. Como diríamos en el argot meditativo, de forma más ecuánime.

Y es que a medida que puedo ir transformando la UVE hacia un ALA, la vida va cambiando poco a poco hacia mejor, ya que la UVE suele hundirnos y cuanto más cerrada es, más nos hunde. En cambio, el ala nos eleva y cuanto más abierta es, más nos permite planear las circunstancias de la vida.

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